La Suma de Nuestras Partes

 

En los últimos 20 años, ha habido un aumento en la importancia que se le da a la identidad dentro de la sociedad estadounidense. Las personas han creado un vasto repertorio de etiquetas para encajar, para distinguir las particularidades de su existencia y para reclamar su individualidad. Y como consecuencia, muchas personas ahora tienen dificultades para interactuar entre sí, ya que al tender a definirnos mediante etiquetas formamos tribus de acuerdo con nuestro entorno y nos separamos de otras tribus. La similitud ahora es considerada un requisito previo para tener una conversación casual, lo cual plantea un grave problema para el progreso en una sociedad tan diversa.

Como la mayoría de la gente, tengo un amplio número de etiquetas con las que me defino. Soy un ateo agnóstico, un hombre poliamoroso bisexual queer “burner”, un inmigrante mexicoamericano cisgénero y un escritor que, en los Estados Unidos, se inclina políticamente hacia la izquierda central. Hay un 95% de probabilidad de que tú, querido lector, ya hayas comenzado a hacer suposiciones sobre el tipo de persona que soy basándote en los términos con los cuales me describí. Aunque los estereotipos comparten rasgos con la realidad, no encajo por completo en ninguno. Al mismo tiempo, estas categorías se combinan para ayudarme a clarificar quién soy como individuo.

Es la suma de mis identidades, junto con otras innumerables cualidades sin etiquetar, lo que me convierten en la persona que soy. Aunque ninguna me define por sí misma, cada una describe un aspecto sobre mi persona, desde las características biológicas que me fueron dadas al nacer, la forma en que pienso, hasta el estilo de vida que he decido vivir. Como alguien que cruza muchas intersecciones, después de tener un conjunto de diversas experiencias personales, he formado una perspectiva única a través de ellas. Por supuesto, lo mismo se puede decir de todos los demás seres humanos.

Para ilustrar  como una sola identidad no me describe como individuo, describiré mis experiencias en torno a mi identidad como mexicano. A lo largo de los años, otros latinos se han referido mi, comentando que "no soy mexicano" o que soy "whitexican." ¿Por qué? Simplemente porque no acepto todos los elementos tradicionales de la cultura Mexicana que se consideran “necesarios” para articular la identidad Mexicana, o porque comparto todos los valores mexicanos "importantes" o "típicos" (por ejemplo, no soy católico o siquiera religioso). No importa que haya nacido y crecido en México, soy mexicano por definición; si alguien no ve dentro de mí esos elementos culturales, mi identidad como mexicano es desacreditada continuamente, ¡incluso por algunos chicanos nacidos en los Estados Unidos que nunca han visitado México!

Irónicamente, he descubierto que no soy estereotipado de igual manera por las personas blancas que conozco. Por supuesto, vivo en una ciudad multicultural (Los Ángeles) donde mi círculo social y laboral es menos racista a comparación de otros lugares. Dicho esto, ciertamente puedo entender por qué alguien que vive en una parte menos liberal del país, y que enfrenta racismo cotidianamente, encontraría valor en proclamar fuertemente y con orgullo su tradicional identidad latina. Incluso en Los Ángeles, la “normalidad” de la cultura blanca me permite el beneficio de reclamar ser parte de un grupo de identidad colectiva como el de ser una "persona de color."

 
 

Y lo hago. Como persona queer de color, veo el valor en pertenercer a una o más identidades y con ello poder pasar tiempo con personas que comparten experiencias similares. No tengo que preocuparme de que me respeten como persona debido a mi identidad queer o al color de mi piel. Por ello, me siento más cómodo con otras personas LGBT. No es que evite a las personas heterosexuales, sino que tiendo a frecuentar ciertos espacios en donde no hay muchas personas heterosexuales. Pero sé que pierdo la oportunidad de hacer amigos y tener nuevas experiencias cuando me envuelvo exclusivamente en círculos LGBT.

De vez en cuando, una persona heterosexual entra en mi vida. Recientemente, conocí a una increíble pareja en una fiesta underground en Los Ángeles. Cuando me di cuenta de que eran heterosexuales, un segundo pensamiento llegó a mí: sí estas dos personas pueden explorar mi círculo, ¿por qué tendría miedo de explorar el suyo?

Reflexionando sobre esto, he estado haciendo un esfuerzo para salir de mi zona de confort, centrada en mi identidad, para conectarme con gente heterosexual. He tratado de esforzarme para que quienes me rodean no sean similares a mí, y al hacerlo, he descubierto que la identidad es algo en constante cambio. Todas las personas pasan por cambios, y es por ellos, que debemos de dejar de preocuparnos tanto por la idea de un yo inalterable. Ahora, trato de tener experiencias con las personas que conozco en los lugares y eventos sin catalogarlas de inmediato. A medida que vivo mi vida, aprendo a preocuparme menos por cómo me percibe la gente.

Gay, heterosexual, bi, cis, trans, blanco, negro, moreno, conservador, progresista, nativo o inmigrante: todos somos individuos. Todos estamos hechos de muchas identidades y experiencias diferentes, que por sí solas nunca podrán definirnos completamente. Cuando nos centramos únicamente en una etiqueta, dejamos a un lado otros aspectos de nosotros mismos y nos cerramos a aprender sobre las experiencias de los demás. No debemos perder de vista el hecho de que todos somos primero individuos, y miembros de nuestros diversos grupos de identidad, después. Todos somos más que la suma de nuestras partes, y más que la suma de nuestras identidades.

Publicado el 1 de Mayo, 2020
Actualizado el 11 de Abril, 2024

Publicado en Issue VI: Identity

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Diana Ramos